Desapercibidos, invisibles, anónimos, así son los héroes. Surgen a diario, y es difícil reconocerlos, sin embargo cuesta tan poco trabajo obviarlos. En Narrando Contracorriente tenemos una historia de héroes. Miguel Ángel Martín se ha percatado de que existen; ha distinguido el grano de la paja y ha considerado que su relato muestre las hazañas, al menos la de uno de ellos. No le hizo falta añadirle en un espectacular escenario para que se desenvolviese y así mostrar sus poderes. Ni tampoco una gran causa que defender. Ni un enrevesado villano al que derrotar. No, nada de esto ha sido necesario para que un cualquiera pueda asombrarnos en un momento dado. Mira bien a tu alrededor, están ahí.
G.B
Hola, soy Miguel (…) Martí, (hace tiempo que perdíel Ágel quealguna vez tuve). Nacíen 1963 y de pequeñ querí ser pirata. Me
gustaba ese catalejo brillante por el que los piratas de un solo ojo
contemplaban el fin del mundo.
Como «nací en Madrí» se estropeó lo del mar, y me conformé con ser
fotógrafo. Ahora, que soy mayor, cada vez que exploro a través de mi
objetivo y veo como está el patio, siento que mi profesión es una gran
putada.
Para aliviarme escribo cuentos, algunos publicado en un libro que se
titula Torrijas y balas; otros, afortunadamente, descansan en el fondo de
un cofre del que he perdido la llave.
Como soy vicioso también escribo poemas. Vicio este, oculto, ya que
no ha encontrado editor tan sinvergüenza que quiera editarlos. «Ni
falta que hace», me digo cada noche mientras me entrego a mis bajas
pasiones.
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